No. El divorcio es un problema social y familiar, y en la actualidad uno de los principales factores que puede implicar exclusión social (debido a las pérdidas económicas y de salud física ocasionadas por el estrés y la angustia, la falta de apoyo familiar, los trabajos precarios o un salario mínimo e insuficiente para seguir adelante sola), pero no es un problema de salud mental.
La separación es un proceso de cambio personal y familiar. Los trabajadores sociales como agentes de cambio trabajamos muy cerquita de la persona para que se implique en su proceso y ayudarla a superar cualquier obstáculo que surja en su proceso de cambio para evitar que el impacto en su vida y en el de su familia sea el menor posible.
Sí es cierto que un divorcio mal gestionado puede ocasionar problemas mentales, pero, en principio, no lo hará. Mis clientes son personas que no tienen problemas de salud mental diagnosticados, sino problemas familiares y de interacción (relaciones dentro de su contexto familiar, relacional, laboral…).
Yo trabajo siempre en colaboración, es decir, conozco y cuento con profesionales de distintos ámbitos, así que, en caso de que apareciesen problemas psicológicos, buscaríamos a un psicólogo o psiquiatra para que interviniera. Si ya los hubiese, nos pondríamos en contacto con el profesional que estuviera llevando su caso para conocer cómo podría afectarle a esa persona la ruptura en la interacción cotidiana con su entorno personal, familiar, laboral…